sábado, 14 de mayo de 2011

Taller de indagación filosófica

un nuevo espacio para PENSAR...

Jueves 19 de mayo, 17 hs.

Desde las Artes Visuales...

Una mirada contemporánea del ARTE.

  • Taller de experimentación.
  • Destinado a adolescentes y adultos.
  • Uso de materiales no convencionales.
  • Propuestas personalizadas.
Todos los miércoles de 15:15  a  17:15 hs.

Taller de títeres

Paula te propone crear un mundo soñado con personajes, historias y toda la magia que los títeres pueden ofrecer...

Comienzo del taller: jueves 19 de mayo ,18 hs.
PROMO MAYO: $ 35 con materiales incluidos.

miércoles, 11 de mayo de 2011

LA CARNEADA

LA CARNEADA

Era una mañana gélida de invierno, todos los campos estaban helados. Ese fue el día en que decidieron carnear un chancho para hacer salames, chorizos, y morcillas. Esa madrugada los acompañé a elegir el animal que iban matar. En el corral había negros, salpicados, colorados, y de todos colores, pero debíamos elegir el mejor, el más sano. Nos aseguramos de que no estuviera enfermo, ni flaco, ni gordo, para que la carne tuviera buen gusto, eso era lo que decía mi tío.

Paso seguido lo enlazamos y lo atamos bien de las patas. Después de que estuvo bien maniatado en el piso, los encargados cargaron al animal en una carretilla y lo pusieron sobre un tablón bien grande, y ahí no más le dieron una puñalada en el pecho que le partió el corazón. La bestia gritaba como un chico, los ojos se le salían afuera. Yo me di vuelta para no mirar ese crimen cruel y despiadado hecho a mano armada porque me encrespaba todo el cuerpo. Me pregunté a mí mismo si era necesario semejante masacre. En fin, los mayores decidían como hacerlo, yo no podía hacer nada para intervenir ese asesinato.

Luego, debajo de la cabeza colocaron una lata con sal para juntar la sangre y de inmediato, sin importarles mi opinión, me pusieron a revolverla para que no se cuajara, con ese sangrerío se hacía la morcilla, mientras ellos con una bolsa de arpillera empapada en agua hirviendo empezaron a pelarlo.

El mayor trabajo fue al amanecer siguiente. Nadie se quedó sin hacer nada, todos debíamos participar. Primos, cuñados, tíos y vecinos teníamos que terminar ese mismo día, para que la carne no perdiera el gusto. Lo hicimos en un galpón que se transformó en la carnicería de la casa. Descarnamos el chancho y cortamos la carne en pequeños trozos.

Picamos todo con una picadora, que estaba en una punta de la mesa, que era inmensa y resistente. Luego amasamos y mezclamos los ingredientes: carne de vaca, carne de cerdo, sal, pimienta negra, ají molido un poco de vino y ajo. El olor que venía del menjunje era algo así como un condimento fuerte con un dejo a carne. Tuve ganas de manotear un puñado y probarlo, se me hacia agua la boca, pero no me animé. Después pusimos las tripas de vaca en el boca de la picadora y a medida que dábamos vuelta la manija, la mezcla se embutía dentro de las tripas y así iba saliendo un largo chorizo de carne, los adultos lo ataron con un hilo especial. A mí me daba un poco de asco toda esa tripería.

Luego, a cada embutido lo colgamos en un lugar fresco y ventilado, los chorizos y los salames en la despensa, la bondiola y el jamón en el cajón de sal.

Al terminar, mi tío José me trajo una olla llena de cueritos, patas, orejas y todo lo que había sobrado del chancho, lo cual estaba previamente hervido. Me ordenó que pasara todo por la picadora y después lo puso en un molde y lo apretó con una bigornia para que quedara bien prensado. Ya estaba listo el famoso queso de chancho. Para terminar, limpiamos todo con agua bien caliente hasta dejar el lugar como si no hubiera pasado nada y fuimos al encuentro de un merecido descanso: la parilla estaba que bramaba, Mmm… a comer las costillas bien asaditas y el último que llegaba…¡ comía la cola del chancho!.

Por Ariel Gentiletti