jueves, 14 de julio de 2011

YO TAMBIÉN TUVE UNA NOVIA BISEXUAL por Guillermo Martinez



“en este empeño derrotado con que froto los recuerdos” dice el protagonista refiriéndose al día en que conoció a Jenny durante su primer clase de literatura en relación de profesor-alumna, y así se lanza uno de los grandes temas de la novela: lo inevitable del olvido, lo efímero de la memoria.
Con respecto al escenario, tanto en Crímenes Imperceptibles como estudiante becario en Oxford y aquí, como un profesor de literatura en un pequeño pueblo de Atlanta, el protagonista sale de su entorno en una especie de “auto exilio” y es ésta una de las tantas líneas que sigue su prosa, esa distancia necesaria que se debe tomar para tener otra perspectiva o inclusive para permitir que determinadas cosas sucedan. El trasfondo político- social es el de los atentados a las torres gemelas del año 2001 que confluye con la intimidad de la aventura amorosa. Esta realidad de gran repercusión general está utilizada a propósito de la relación íntima en particular, está puesta al servicio de la misma para irrumpir y determinar un final irreversible.
Lo verdaderamente destacable de esta novela es la estética de las escenas sexuales. Es una pintura despojada, casi minimalista, que dista de la mirada de otros autores a la hora de abordar el tema de la sexualidad. Pienso en Luis Gusmán por ejemplo, en quien lo sexual roza con lo marginal, con la violencia y la vulgaridad. Contrariamente, en Martínez, el sexo no es suciedad vulgar ni tampoco embelesamiento, sino la justa medida entre la pureza y la sordidez, él expone tan sólo los detalles necesarios y certeros para transmitir lo sexual amoroso con total naturalidad, con la misma naturalidad con que fluye toda su escritura, porque Martínez es claro y fluido como el agua, le da a su prosa esa precisión que me animo a decir, sólo un matemático puede lograr.
Paradójicamente, colabora con esa claridad el bien intencionado lenguaje a medias en el que ambos protagonistas se comunican, lo que hace que desaparezcan las sutilezas que con un dominio menor del lenguaje no son posibles porque se es más directo, se habla sin filtros, sin eufemismos. Lo último pero no por eso menos importante con respecto al sexo es el hecho de que ella sea bisexual, lo cual es un agregado que enriquece la relación, proporcionándole un matiz que de otra manera sería imposible conseguir, eso es justamente lo que habilita a que puedan tener ciertas conversaciones o ciertos hábitos indispensables para el fin de la historia.
Pero todo esto no es suficiente para justificar esa sensación de emoción que me provocó la lectura de esta novela, eso sencillamente va por otros carriles, que poco tienen que ver con el análisis crítico más exhaustivo y fundamentado, ya que surge de una sensación personal arraigada en lo irracional e inexplicable y relacionada con lo más íntimo de cada uno. Para terminar, dejo una cita del propio autor refiriéndose a un brillante desarrollo de los razonamientos dicotómicos, también incluido en la novela.
“no hay términos absolutos y hay que volver a los ejemplos para tratar de entender qué es aquello que nos emociona o nos parece superior en cada texto”.

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