martes, 22 de febrero de 2011

LA VIDA ES SUEÑO Pedro Calderón de la Barca


Clásico si los hay. Una espectacular puesta en escena con grandes actores: Patricio Contreras como Basilio y Joaquín Furriel en la piel de Segismundo. Todos los demás son excepcionales también y el no mencionarlos no les quita talento. Dirigida por el español Calixto Bieito y estrenada en el Teatro San Martín de Buenos Aires.

Para ver a los clásicos hay que prepararse, hay que predisponerse, sentarse en la butaca y abrirse a lo universal. Se dice que los clásicos son clásicos porque están siempre vigentes, porque siguen siendo actuales a pesar del paso del tiempo, actuales y universales porque dan cuenta de las miserias y virtudes humanas, de los males y bienes comunes.

Mientras la gente entra al teatro y uno está ahí sentado, inmerso en esa nube generada por el efecto de las luces, pero que a simple vista parece tierra y en ese olor a viejo que todo lo impregna, se llena de expectativas, de ilusiones, de ganas de soñar aunque sea por dos horas. Porque ver teatro, ver cine o leer son al fin y al cabo formas de soñar. Son formas de salir de uno mismo y de entrar en el otro, en los actores, o mejor dicho, es entrar a uno mismo a través de otro, de los personajes, es identificarse con ellos y vivir desde afuera como hacen los niños con los héroes de los cuentos, juegan a su propia vida a través de ellos.

Para los que tienen miedo a leer los clásicos, el teatro es un buen “approach” pareciera ser un camino más fácil, un “ahí lo tenés: servido en bandeja”, es un encuentro cara a cara que después puede abrirnos camino hacia la literatura.

Traiciones, amores, poder, certezas e incertidumbres en la carne de unos pocos personajes que se mueven en un piso de arena movediza con un inmenso espejo imponiéndose desde el techo que va girando de acuerdo a la situación: simple pero impresionante, modesta pero sumamente significativa escenografía.

El resto son esos cuerpos que parecieran poseídos por los fantasmas de los mismísimos personajes de Calderón allá por el año 1600. Todo lo hacen ellos, la historia cruel aflora en los cientos de versos de los que se apropian los actores desde su más profundo ser.

Segismundo es engañado para ser probado y a partir de allí duda de su existencia real, no sabe si está viviendo la realidad o está soñando, especialmente cuando está libre, cuando es feliz, como nos suele pasar cuando pensamos que estamos soñando en momentos de extrema felicidad o de pasión exacerbada.

Se ha calificado La vida es sueño” como cuento filosófico y también como drama filosófico. Personalmente creo que es eso y puedo visualizarlo como un gran recipiente que contiene todo, como la vida misma. Todo en un solo envase que termina siendo un sueño colectivo de todos los que compartimos el mismo tiempo en la tierra. Termino con el monólogo de Segismundo que da título a la obra.

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí
de estas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

No hay comentarios:

Publicar un comentario